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miércoles, junio 17, 2015

Los nuevos alcaldes deben ponerse ‘verdes’

El 1 de enero asumen nuevas autoridades edilicias a lo largo y ancho del país. Todas ellas deben asumir el reto del desarrollo sostenible y la conservación ambiental.

Los nuevos alcaldes y alcaldesas (y los que repiten el plato) deben asumir el reto de encauzar sus distritos por la ruta del desarrollo sostenible y priorizar la conservación ambiental. El Perú no es sino la suma de distritos, provincias y regiones. Desde ese primer eslabón que es el distrito, las autoridades pueden hacer mucho para cambiar el estado de las cosas. Los alcaldes, además, son las autoridades más cercanas a la población y de la mano de los vecinos pueden convertir el mismo infierno en un paraíso verde. Solo necesitan visión, decisión y sumar la buena voluntad de sus gobernados para dejar atrás las montañas de basura, delincuencia, desempleo, tierras agrícolas arrasadas, parques y áreas verdes abandonadas y desorden territorial.
En manos de los municipios está aquello que propuso Madeleine Osterling, candidata a San Isidro por Fuerza Popular (K): “La migración del gris al verde”. Esa frase implica aire limpio, más y mejores áreas verdes, transporte alternativo, ciclovías, techos verdes, huertos vecinales, educación vial y mano firme contra la delincuencia.
Las ciudades son hoy un fenómeno antiecológico, mientras sus habitantes quieren barrios saludables, habitables, tranquilos; con espacios para el disfrute del encuentro entre vecinos y refugios para la flora y fauna urbanas. Espacios que contribuyan a eliminar el estrés, ejercitarse al aire libre y desarrollar el potencial espiritual y creativo en contacto con el resto y con lo verde.

Techos verdes: Las azoteas son espacios desde donde se pueden repensar y recrear las ciudades.


El gran ecologista germano-venezolano Arturo Eichler escribió: “Una sociedad democrática puede ser arruinada por ciudades mal planeadas, con la misma facilidad que con el establecimiento de un régimen totalitario. No hay campo para la participación ciudadana cuando el ambiente social es cada vez menos transparente”.
Estas palabras deben resonar en las nuevas autoridades para que distrito tras distrito construyamos el Perú que todos anhelamos. Miles de años nos separan de las primeras aglomeraciones urbanas. Hoy la vida en comunidad se desarrolla, principalmente, en el gran escenario urbano y ese hábitat, ese ecosistema habitado por los humanos no puede seguir degradándose. Buena parte de limeños, por ejemplo, vive en condiciones infrahumanas e insalubres gracias a la ‘miopía verde’ de las sucesivas autoridades edilicias. La gran mayoría vive como abejas hacinadas en un apretado enjambre, y al salir no encuentran flores que las vivifiquen con su néctar para convertirlo en dulce miel.
El mayor recurso de una ciudad somos los habitantes. Nuevos alcaldes no nos conviertan en cómplices de su propia decadencia e ineficiencia, sino en gestores del cambio, que para eso estamos y para eso fueron ustedes elegidos.

Techo verde
Más jardines para mi ciudad
Las azoteas son espacios desde donde se pueden repensar y recrear las ciudades. Utilizadas adecuadamente ayudan a recuperar los espacios agrícolas y áreas verdes sepultados por la urbanización caótica y desenfrenada. Esos altos lugares, tradicionalmente usados como depósito, tendedero o para nada, pueden contribuir con la seguridad alimentaria, la nutrición, el goce estético y brindar buenas oportunidades de negocios.
El Programa Techo Verde, implementado por el doctor Fortunato Martín Príncipe Laines, alcalde de Lince, enseña a los vecinos a usar hidroponía y cultivar plantas comestible, como lechuga, tomate y apio.

Príncipe Laines comprendió que las ciudades del siglo XXI requieren menos discursos y bastante más acción para encaminarlas por la senda del desarrollo sostenible. Una azotea verde mejora definitivamente la calidad de vida, purifica y reequilibra el ambiente y crea espacios productivos o de recreación en contacto con la naturaleza y Lima necesita más verdor.

Martha Meier MQ.
Editora Central

El Comercio, 30 de diciembre de 2014

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