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martes, abril 01, 2014

Conga: entre el paisaje y el agua

En Conga avanzan los antiinversión mientras el proyecto minero no renueva su visión ambiental.

Los distritos de Sorochuco y Huasmín, en la provincia de Celendín, y La Encañada, en la de Cajamarca, son tierra de lagunas milenarias, restos arqueológicos, pinturas rupestres, aves, aguas medicinales, verdes campiñas cultivadas.
Una zona donde podrían desarrollarse proyectos turísticos, mejor dicho pudieron, porque hoy allí se extiende el proyecto minero Conga, de Newmont-Yanacocha.
Inversión estratégica
Conga es una inversión necesaria para el Perú, un proyecto legal y formal, a diferencia de la minería ilegal, contaminante y lavadora de narcodólares, que prolifera sin que se la combata eficientemente. Es una inyección de varios millones de dólares, pero es un conflicto socioambiental activo que el Gobierno no sabe enfrentar sino con el uso de la fuerza, generando mayor desconfianza y rechazo.
Desinformación
En la zona del proyecto impera la desinformación, abonando el terreno para que los grupos antiinversión azucen a una población sinceramente preocupada por "su" agua, los ecosistemas de la jalca cajamarquina y sus paisajes.
Cada tanto los agitadores organizan marchas, y los comuneros salen a proteger sus lagunas (varias serán drenadas y una usada como vertedero de relaves).
La empresa ha garantizado el abastecimiento de un mayor caudal de agua, de buena calidad, construyendo reservorios. Pero ese no es el punto.

Con otros ojos
Quienes lideran el proyecto deben renovar su mirada sobre el espacio geográfico que explotarán e interiorizar el significado del paisaje, en su sentido más amplio y espiritual.
A principios del siglo XXI surgió una corriente sobre el modo de entender el paisaje. Filósofos, arquitectos, políticos, artistas y geógrafos sostienen ahora que es cultura, gozo estético, identidad y base de demandas y conflictos sociales (como los que proliferan en nuestro país cuando el paisaje va a ser notoriamente "intervenido").
El Convenio Europeo del Paisaje destaca el papel de este en la cultura, los ámbitos ecológicos, ambientales y sociales, y generador de empleos: en su protección, gestión, ordenamiento y recuperación.

Mis lagunas
Para salir del atolladero, Conga requiere que el paisaje sea mínimamente perturbado, recrear los bofedales y pajonales, que son un sistema natural de captación y cosecha de agua.
En la zona hay unos 800 manantiales, un centenar de puntos de captación de agua para consumo y 18 canales de riego que posibilitan la ganadería y la agricultura. Yanacocha-Newmont debe demostrar que es posible la convivencia de la minería con esas actividades, eso depende de reinventar el proyecto para recrear el entorno ecológico, garantizando, además, que al cierre de las operaciones la zona será lo más parecido a lo que se encontró (un buen ejemplo lo da Endesa, con su mina a tajo abierto de As Pontes, en Galicia, España).
En Conga la defensa del agua es la coartada de los antiinversión para agitar a las comunidades. De hecho, el proyecto usará el agua a su conveniencia, ¿no debería haber un pago especial a las poblaciones por el agua almacenada en las lagunas y la que discurre por las tierras concesionadas?


EL VALOR DEL AGUA
Una nueva mercancía
El agua es el gran commodity del siglo XXI, una materia prima comercializable. Su valor crece por la escasez e inaccesibilidad a fuentes confiables: solo el 0,03% del agua del planeta es apta para consumo.
En el 2006 las ventas de agua embotellada sobrepasaban los 100 mil millones de dólares anuales, con un crecimiento sostenido de 9%.
Los sachaliberales y capitalistas extremos han despojado al agua de su dimensión de derecho humano. Quien cuestiona esto es tildado de "contrario al progreso", siendo así y reconociendo que el agua puede tener otros propietarios que el Estado, ¿cuál sería la excusa para que una minera no pague por el agua que despilfarra? Lo mismo las empresas embotelladoras de agua, gaseosas y cervezas, que la tienen gratis y luego la venden.
¿Las comunidades ricas en agua de buena calidad no deberían ser compensadas por perder el recurso y no poder aprovecharlo industrialmente? En ese sentido, ¿oponerse a pagarle a las poblaciones por eso no es bastante parecido a ser un antiinversión?

El Comercio, 25 de febrero de 2014 (Página Ecología)

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