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viernes, enero 03, 2014

El renacimiento de las abejas

París, Londres, Viena o Nueva York son algunas de las ciudades que han empezado una cruzada por las abejas. Y en este esfuerzo han mejorado su calidad ambiental y el paisaje urbano.
Las flores y espejos de agua son fundamentales para la sobrevivencia de las abejas, así la explosión citadina de color, fragancia y verdor no se ha hecho esperar y los espacios cultivados con flora ornamental y plantas comestibles le han ganado terreno al cemento, a los jardines de césped solitario, a las estériles azoteas y tejados.
En los parisinos jardines de Luxemburgo se ha creado un circuito pedagógico con un extenso huerto aromático, para que los ciegos puedan también disfrutarlo.
Las aves insectívoras y los colibríes han incrementado su número, la diversidad de la vida natural crece y París está más bonita que nunca, si eso cabe.
Los techos de la Ópera, del restaurante La Tour d'Argent -a la sombra de la Catedral de Notre Dame- y del hotel Sbribe tienen colmenas productivas que dan tres veces más miel que las del campo. ¿La razón? Por más de una década la Ciudad Luz está libre de pesticidas, y en sus parques y jardines se cultivan unas 250 variedades de flores, casi cinco veces más que en las zonas rurales, donde además aún se usan ciertos pesticidas.
En Viena, sobre los edificios históricos cercanos a los parques y al bulevar, proliferan los "hoteles de abejas". Una iniciativa de los apicultores urbanos privados.
En Nueva York el asunto está también en auge y hay colmenas en Battery Park, en las azoteas y terrazas cada vez más floridas de todos los barrios, en el legendario hotel Waldorf Astoria (junto a un huerto aromático) y en el Intercontinental, donde sus respectivos chefs crean platos y helados con la miel de sus azoteas.
Es la respuesta al "síndrome de despoblamiento de las colmenas" que empezó en el 2005 y llevó, globalmente, a la desaparición de poblaciones enteras de abejas. Lo que amenaza la seguridad alimentaria y la reproducción de los ecosistemas: 40% de las frutas, verduras y hortalizas que comemos y 75% de la flora silvestre son polinizadas por alguna especie de abeja, servicios valorizados en más de siete mil millones de dólares anuales. Los pesticidas, los transgénicos y el ácaro asiático Varroa han sido señalados como responsables del síndrome.
El filósofo Aristomaco (siglo III a.C) dedicó 58 años a la observación de la costumbre de las abejas. Seguramente hoy nos diría que mejor poblásemos de las laboriosas productoras de miel las oficinas donde pululan ineficientes ,corruptos y costosos funcionarios estatales.
Más colmenas y menos ministros. Abejas en vez de congresistas. Digo, al menos tendríamos miel.

El Comercio, 28 de diciembre de 2013

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