El amauta Javier Pulgar Vidal repetía incansablemente: "El mayor recurso de
un país es el cerebro de sus habitantes". Trataba así de sensibilizar sobre la
importancia de políticas públicas dirigidas a nutrir, cuidar, proteger, conocer
y formar adecuadamente a las nuevas generaciones, más precisamente a sus
cerebros.
No es el oro, las maderas finas, el gas o el petróleo, y tampoco los frutos
tropicales, lo que nos convertirá en un país desarrollado, sino la capacidad
intelectual. Solo ella forja naciones prósperas, crea y da valor agregado a los
frutos de la tierra.
Las inversiones en competencias, educación, capacitación, cultura,
saneamiento ambiental, nutrición, cuidado prenatal y educación inicial son, en
realidad, políticas con visión de futuro mejor.
El Perú ya conoció el 'boom' del guano, del salitre, del caucho, y hoy del
oro, pero basta una mirada para constatar lo poco que hemos progresado como
país, aquí el cociente intelectual sigue bajando, mientras la tendencia mundial
es que suba tres puntos por década.
Los datos son para agarrar a latigazos a los "padrastros" de la patria:
apenas 3 de cada 10 niños peruanos entienden lo que leen, y como reza el dicho
alemán "Lo que no aprendió Juanito, jamás lo sabrá Juan". Frente a los índices
de desnutrición que exhibe el Perú, no se puede esperar mucho. La Organización
Mundial de la Salud (OMS) indica que más de 630 mil niños (19,5%) menores de 5
años padecen desnutrición crónica (entre los niños indígenas llega a 50%), en
una edad crítica para las interconexiones neuronales. Y como si esto fuera poco:
1 de cada 3 niños, entre 6 meses y 5 años, sufre de anemia, con su consecuente
letargo, desgano, menor flujo de sangre al cerebro, depresión, entre otros;
además un enorme porcentaje de menores de 5 años no recibe educación inicial,
con lo cual entran al colegio en desventaja. Hay que sumar a eso la insalubridad
e inseguridad de los lugares donde viven, la mala calidad del aire, la falta de
espacios verdes, la violencia intrafamiliar, la falta de servicios básicos,
entre otros factores.
Estamos mal, porque no se focaliza la inversión para el logro de cerebros
sanos, y eso empieza con la prevención de uso de drogas en los padres, de la
buena nutrición y cuidado de las embarazadas y de los recién nacidos.
No nos sorprendamos con un Congreso paupérrimo, poblado con una mayoría de
personajes a punto de rebuznar. Eso, y el resto de mediocridad, es resultado de
un país que ha olvidado cuál es su mayor riqueza natural.
Apostar por el cerebro es garantía de un mañana mejor, allí está el gran
tesoro del Paititi y el oro que jamás se agotará.
El Comercio, 26 de octubre de 2013
totalmente de acuerdo.
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