El Perú está catalogado como megadiverso, es decir, un paraje donde la
abundancia de formas de vida y de los ecosistemas y climas que la sustentan es,
simplemente, superlativa.
Es, sin duda, uno de los parajes privilegiados de la Tierra, donde se dan 28
de los 32 climas existentes y 84 de las 114 zonas de vida conocidas. Nuestro
país es casi un planeta, en chiquito.
Si bien todo esto es una fortaleza y una ventaja comparativa, al mismo tiempo
es un delicado talón de Aquiles frente al cambio climático. Y es que la variedad
de ecosistemas se convierte, en este caso, en una multiplicidad de escenarios
naturales donde este cambio en los patrones climáticos impactará de modo
distinto e impredecible.
El Perú es uno de los países más vulnerables a este fenómeno, desde un punto
de vista ecológico, ambiental, cultural, social, agrícola y económico.
Los potenciales efectos de la incertidumbre climática producen olas de frío,
calor intenso, grandes inundaciones (se han incrementado más de 6 veces de 1997
al 2006), cambios en el régimen de lluvias (alterando el calendario agrícola de
siembra y cosecha), aparición de nuevas plagas y daños en los animales y en la
flora silvestre y cultivada.
En este contexto, saber que nuestro país será sede de la cumbre mundial sobre
cambio climático 2014 es especialmente relevante.
El jueves último Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención
Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, informó de esta decisión.
Como se sabe, la Conferencia de las Partes (COP) -órgano supremo de la
Convención- se reúne anualmente (este año en Polonia), desde que el acuerdo
entró en vigor en 1994. La reunión del Perú marcará dos décadas de vigencia de
esta convención marco, es decir será conocida como la COP-20.
Con todo esto se busca reforzar la conciencia mundial sobre el calentamiento
global y adoptar decisiones en la lucha contra este fenómeno. Pero, de hecho, el
asunto es complejo, pues cada una de esas decisiones implica cambiar patrones de
consumo, crear fuentes de energía limpias, dejar la dependencia de los
combustibles fósiles, en otras palabras replantear el desarrollo y remontar por
la cuesta del desarrollo sostenible, con todo el cambio de paradigmas y
erradicación de prejuicios y de desinformación existentes.
La principal vulnerabilidad del cambio climático se vincula con lo hídrico,
con el agua. El Perú, por ejemplo, alberga el 70% de los glaciares tropicales,
esto es el 70% de toda el agua dulce bajo la forma de hielo de esta parte del
planeta. Y sabido es que estos depósitos de agua dulce y origen de los ríos que
calman la sed y verdean todo a su paso están retrocediendo, ya de modo
alarmante. Quizá no se logren muchos acuerdos en la COP-20, pero sin duda
servirá para que los peruanos y peruanas comprendamos que esto del calentamiento
global ya empieza a chamuscar nuestro futuro cercano.
El Comercio, 15 de junio de 2013
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