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sábado, noviembre 10, 2012

¿Y el golpe del 3 de octubre de 1968?

El autogolpe del 5 de abril de 1992 del presidente Alberto Fujimori es ciertamente criticable.

Curiosamente quienes hoy -dos décadas más tarde- insisten en tratar de satanizar tal medida de excepción, trabajaron y colaboraron con la dictadura militar, corrupta y socialista, de Juan Velasco Alvarado.
A punta de bota y metralla se atropelló, entonces, a todas las instituciones democráticas del país, se cerró permanentemente el Congreso, se persiguió y deportó a los líderes de los partidos políticos y periodistas de oposición. ¿Qué dijeron de todo eso quienes hoy se rasgan las vestiduras por la democracia y llaman dictadura al gobierno de Fujimori? Nada.
Más bien quienes fueron asalariados mastines mediáticos de los militares acusan e insultan constantemente a quienes no comparten su pensamiento único.
Estos personajes pretenden que el Perú olvide las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, de propiedad y de expresión perpetradas por la dictadura que los aupó.
La dictadura militar les fue cómoda: les abrió campo político, intelectual, y usaron la prensa confiscada para la autopromoción.
Hasta hoy callan el despilfarro del velascato en la construcción de mastodónticas e innecesarias sedes ministeriales y la turbidez en el manejo de la cosa pública.
Esos mismos personajes llamaron "dictablando" al presidente Fernando Belaunde Terry en su segundo gobierno (1980-1985) y acusaron de genocida al presidente Alan García en su primer mandato (1985-1990). ¿No tienen algo que decirnos sobre el 3 de octubre de 1968 en vez de gastar tanta tinta en el 5 de abril de 1992?
Bueno sería que recordaran que dos décadas atrás nuestro país sobrevivía cercado y desangrado por el terrorismo genocida de Sendero Luminoso y del MRTA.
La amenaza era de tal magnitud para la región que -según se reveló hace algunos años- el gobierno norteamericano evaluó la creación de una fuerza militar multinacional para evitar el avance terrorista. A principios de los noventa esta era una tierra insegura para vivir y vislumbrar el futuro.
Varias generaciones crecimos en el miedo, entre toques de queda, apagones y carros-bomba. La noticia diaria giraba en torno a la perversidad terrorista ensañada contra los campesinos, los líderes y lideresas de base popular, comunal y partidaria y personajes representativos de las instituciones democráticas, religiosas y Fuerzas Armadas.
El 5 de abril fue una salida temporal del marco constitucional, no fue lo mejor ni lo más inteligente y quizá hubiera podido evitarse. Prontamente se convocó un Congreso Constituyente Democrático, CCD, conformado por representantes de las distintas tiendas políticas, tanto de la derecha opositora como de la izquierda. La Constitución emanada de ese CCD sigue guiando el rumbo del país. ¿La diferencia? Durante el gobierno de Toledo se borró de ella la firma de Fujimori.

El Comercio, 07 de abril de 2012


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