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martes, septiembre 27, 2011

Cocaína y pérdida de biodiversidad



Hace más de cinco mil años el hombre andino ya chacchaba coca, usaba la hoja para curar ciertos males, adivinar el futuro y ofrendarla a sus muertos. Hoy en el siglo XXI la hoja –procesada para cocaína– es un problema moral y ecológico. Cada gramo de cocaína producido en nuestra Amazonía genera cerca de 650 kilos de basura y contamina cerca de doscientos litros de agua. Miles de hectáreas han sido deforestadas –con la consecuente pérdida de biodiversidad– para cultivar la “hoja sagrada de los incas” y en otras tantas hectáreas las pozas de maceración y laboratorios, contaminan suelos y fuentes de agua.

Este tema no le quitará el sueño al flamante viceministro del Ambiente, el ‘cocólogo’ (para todo hay especialidad) Hugo Cabieses, un activo narcolegalizador. “Yo no estoy de acuerdo con el tipo de campañas que dicen ‘A la droga dile no’, pues solo incrementan el número de usuarios”, dijo en entrevista con “Perú.21”, en febrero del 2006. Ya en el 2003 en el boletín “NarcoNews”, nuestro flamante viceministro de Ambiente era presentado como uno de los impulsores de la legalización de drogas en el Perú y acusaba al Gobierno de Estados Unidos de impedir un debate sobre el tema. El señor está enfocado en algo que nada tiene que ver con proteger nuestra selva de la expansión cocalera.

Sumemos a este inexplicable viceministro del Ambiente la súbita suspensión de la erradicación de cocales en la Amazonía decidida por el gobierno y el nombramiento de Ricardo Soberón –un defensor de cocales, cocaleros y promotor de la legalización– como cabeza de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas, Devida (vaya chiste cruel), para comprender que no queda mucho lugar para la esperanza.

El panorama se pinta complicado como para que se tomen en cuenta los estragos ecológicos generados por la lacra de la producción o se prioricen el apoyo a la agricultura, la revalorización de los cultivos nativos y la sustitución para reducir el ámbito de la hoja. El señor presidente Ollanta Humala prometió el 28 de julio “peruanizar” (?) la lucha contra las drogas. Da la impresión, sin embargo, de que se ha empezado a imponer la agenda del especulador financiero y narcopromotor George Soros, mecenas de varias ONG locales y claro, cómo no, de proyectos a los que han estado vinculados Cabieses y Soberón. Pero pasemos a la pureza robada por la cocaína en los ecosistemas donde la producen.

Tumbar o quemar bosques para sembrar arbustos de coca dispara, a mediano plazo, un proceso de desertización que se traduce en afloramiento del subsuelo selvático, de la llamada “roca madre”, cuya reconversión en tierra apta para la agricultura puede tardar cerca de dos siglos.

En las últimas décadas han sido las mujeres rurales, campesinas e indígenas –por supuesto que no la nacionalista Nancy Obregón– las que han revelado cómo la funesta actividad destruye el ambiente y afecta la salud.

Los ríos de las zonas cocaleras están contaminados por químicos que van desde el kerosene hasta la acetona pasando por el cloro y el ácido sulfúrico entre otros, sin dejar de lado miles de toneladas de cal viva. Cientos de kilos de papel higiénico –utilizado como filtrante– pueden verse flotar en los cursos de agua. La basura de la droga degrada el ambiente y afecta a la población: recoger agua del río, bañarse o lavar la ropa pueden generar intoxicaciones y llagas en la piel. Cada vez, además, hay menos peces para alimentarse, menos aves silvestres.

Ecosistemas de gran valor se pierden así por el delito de unos, el vicio de otros y la dejadez e intereses subalternos de algunas autoridades. ¡A la droga dile no!, porque destruye tu vida y hábitats de alta biodiversidad en nuestra Amazonía, aunque eso le valga un rábano al viceministro del Ambiente, gran experto para el boletín “NarcoNews”.






El Comercio, 20 de agosto de 2011

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