Los expertos consideran que el Perú posee el mar más rico y productivo del planeta. Esto, sin embargo, no ha derivado en un adecuado sistema de reservas que proteja la diversidad de nuestros ecosistemas marinos. A lo largo de toda la costa y pese a la gran extensión del mar de Grau, apenas contamos con una reserva marina: Paracas, establecida en 1975 gracias al impulso de don Felipe Benavides Barreda. Allí, en Paracas, se protege --al menos en el papel-- una porción de mar, considerado como uno de los nueve sitios de afloramiento de plancton más importantes de la Tierra.
La creación de un Sistema de Parques y Reservas Marítimas es imprescindible, no solo por razones de investigación científica, turística, paisajística o sentimental, sino porque simplemente es la única manera de garantizar a futuro la supervivencia y desarrollo de las especies de las que depende el equilibrio del ecosistema marítimo y la pesca artesanal e industrial, y con ellas la dieta humana.
La conciencia sobre la importancia de este tipo de reservas surgió en Japón, en 1966, tras el Simposio Especial sobre Parques. Se generó el debate y la reflexión científica sobre el tema. En mayo de 1975, en Tokio, se desarrolló la Conferencia Internacional de Parques y Reservas Marinas. Para entonces ya había consenso sobre la necesidad de conservar los ecosistemas marinos de importancia local, nacional o que alberguen recursos útiles para la humanidad. Hoy sabemos, además, que los océanos fijan el dióxido de carbono y otros gases responsables del calentamiento global, amén de generar, a través de la fotosíntesis de las microalgas y algas verdes, cerca del 90% del oxígeno del aire que respiramos.
En el Perú existen diversas propuestas dormidas al respecto. A principios de los 90, el recordado investigador Manuel Vegas Vélez propuso la creación de dos de ellas en el norte: la de Máncora, en la Región Grau (Tumbes y Piura) y la de Illescas (Piura y Lambayeque). Últimamente el doctor Guillermo Castro Escudero propone: "Un Área Natural Protegida Marino-Costera en el Banco de Máncora, para que posteriormente forme parte del actual Corredor Marino de Conservación y Desarrollo Sostenible constituido por Galápagos (Ecuador) e Isla del Coco (Costa Rica), así como los parques nacionales Coiba (Panamá), Gorgona y Malpelo (Colombia)".
¿Y qué pasa en el sur, zona poblada de diversas especies y de algas de gran valor para la industria, la medicina y la alimentación? Depredación pura y dura.
La doctora Patricia Majluf desde hace dos décadas viene bregando por la conservación efectiva de Punta San Juan, en Marcona (hoy ya considerada Zona Reservada), donde en unas pocas hectáreas se refugia el 75% de los pingüinos de Humboldt y el 30% de los dos tipos de lobo marino existentes en nuestro país (chusco y fino). La bahía de San Fernando requiere también atención por mantenerse en estado prácticamente virgen. Hasta allí bajan desde las lomas cercanas los guanacos, camélidos en extinción que antaño era común ver en otros puntos de la costa.
Establecer un amplio y representativo Sistema de Parques y Reservas Marítimas es tarea urgente, tanto para proteger ecosistemas frágiles y especies en peligro, cuanto para garantizar el equilibrio ambiental de la costa peruana y su viabilidad a futuro.
La creación de un Sistema de Parques y Reservas Marítimas es imprescindible, no solo por razones de investigación científica, turística, paisajística o sentimental, sino porque simplemente es la única manera de garantizar a futuro la supervivencia y desarrollo de las especies de las que depende el equilibrio del ecosistema marítimo y la pesca artesanal e industrial, y con ellas la dieta humana.
La conciencia sobre la importancia de este tipo de reservas surgió en Japón, en 1966, tras el Simposio Especial sobre Parques. Se generó el debate y la reflexión científica sobre el tema. En mayo de 1975, en Tokio, se desarrolló la Conferencia Internacional de Parques y Reservas Marinas. Para entonces ya había consenso sobre la necesidad de conservar los ecosistemas marinos de importancia local, nacional o que alberguen recursos útiles para la humanidad. Hoy sabemos, además, que los océanos fijan el dióxido de carbono y otros gases responsables del calentamiento global, amén de generar, a través de la fotosíntesis de las microalgas y algas verdes, cerca del 90% del oxígeno del aire que respiramos.
En el Perú existen diversas propuestas dormidas al respecto. A principios de los 90, el recordado investigador Manuel Vegas Vélez propuso la creación de dos de ellas en el norte: la de Máncora, en la Región Grau (Tumbes y Piura) y la de Illescas (Piura y Lambayeque). Últimamente el doctor Guillermo Castro Escudero propone: "Un Área Natural Protegida Marino-Costera en el Banco de Máncora, para que posteriormente forme parte del actual Corredor Marino de Conservación y Desarrollo Sostenible constituido por Galápagos (Ecuador) e Isla del Coco (Costa Rica), así como los parques nacionales Coiba (Panamá), Gorgona y Malpelo (Colombia)".
¿Y qué pasa en el sur, zona poblada de diversas especies y de algas de gran valor para la industria, la medicina y la alimentación? Depredación pura y dura.
La doctora Patricia Majluf desde hace dos décadas viene bregando por la conservación efectiva de Punta San Juan, en Marcona (hoy ya considerada Zona Reservada), donde en unas pocas hectáreas se refugia el 75% de los pingüinos de Humboldt y el 30% de los dos tipos de lobo marino existentes en nuestro país (chusco y fino). La bahía de San Fernando requiere también atención por mantenerse en estado prácticamente virgen. Hasta allí bajan desde las lomas cercanas los guanacos, camélidos en extinción que antaño era común ver en otros puntos de la costa.
Establecer un amplio y representativo Sistema de Parques y Reservas Marítimas es tarea urgente, tanto para proteger ecosistemas frágiles y especies en peligro, cuanto para garantizar el equilibrio ambiental de la costa peruana y su viabilidad a futuro.
El Comercio, 06/12/2008
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