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sábado, junio 26, 2010

Fruta extraña. Han pasado setenta años desde que la potente voz de Billie Holiday reveló el trato brutal en el sur de Estados Unidos

Sur de los Estados Unidos. Años 30. El sol se filtra por entre las hojas del álamo blanco. Gotas de sangre caen hasta la raíz. Los cuervos revolotean alrededor de un hombre —quizá más— doliente como un Cristo a punto de morir o ya muerto en olor de magnolias. Ha sido linchado y colgado por ser negro, por no haberse comportado como se supone debe hacerlo un negro, o por haberse comportado como no debe hacerlo, por ejemplo, pisando la misma acera por la que anda un blanco. Hombres, mujeres y niños blancos miran sonrientes la escena, algunos toman fotos de recuerdo, otros lo hacen para mostrarle al mundo la barbarie. Hasta los años cuarenta tan horrendas fotografías se vendían como “souvenirs” en varios pueblos sureños. Fueron esas mismas imágenes las que despertaron la indignación y con ella el cambio. Billie Holiday (1915-1959) le revelaría al mundo esa realidad con “Strange Fruit” (Extraña fruta), una canción condenatoria del racismo y de los linchamientos.





Del poema a la voz

Abel Meeropol (1903-1986), un profesor judío de origen ruso, escribió —bajo el seudónimo Lewis Allan— el poema “Bitter fruit” (Fruta amarga), que describía los brutales asesinatos perpetrados en el bucólico escenario sureño. Luego lo musicalizó, convirtiéndolo en la contundente canción “Strange fruit”. El Café Society era por entonces un club frecuentado por intelectuales progresistas, uno de los primeros lugares fuera de Harlem donde se atendía a blancos y a negros. Allí, una noche de 1939, la potente y triste garganta de Billie Holiday cantó para contar.
Han pasado setenta años desde que “Strange Fruit” le reveló al mundo la maldad. Cuando Holiday estrenó su canción una encuesta señalaba que seis de cada diez sureños blancos aprobaban los linchamientos. Dos años antes, su padre había muerto porque ningún hospital aceptaba tratarlo, siempre ella diría “no lo mató la neumonía, lo mató Dallas” (ciudad de Texas).
En esa coyuntura de marginación, en una democracia cuya Corte Suprema permitía la segregación racial bajo la extraña lógica de “separados pero iguales”, Holiday desató una verdadera revolución con una canción nacida de las heridas abiertas de una sociedad llena de prejuicios y miedos, una obra de arte provocadora que logró una reacción civil y política. Esta icónica canción —considerada por algunos como la mejor experiencia de agitación y propaganda política de la historia— ha sido grabada por variedad de artistas. Billie Holiday no la tuvo tan fácil pues su casa matriz, Columbia Records, rehusó grabarla. Fue Milton Gabler, un emprendedor hijo de judíos (el mismo hombre que años más tarde uniría por primera vez en un disco a Louis Armstrong y Ella Fitzgerald), quien grabó esta canción de protesta en su sello Commodore Records.

La prohibición

“Strange Fruit“sonó muy poco en las radios, sin embargo llegó al puesto 16 en las listas de popularidad. Eran tiempos difíciles para la lucha por los derechos civiles. El ala segregacionista del Partido Demócrata jugaba un papel preponderante en la administración de Franklin D. Roosevelt. El consenso era que la batalla por la equidad racial y contra los linchamientos formaba parte de la agenda comunista. Tanto así que en 1941 el profesor Meeropol debió atestiguar frente al comité Rapp-Coudert, establecido por el estado de Nueva York para investigar la supuesta influencia comunista en las escuelas públicas. Allí se le preguntó si el Partido Comunista le había encargado o pagado la creación “Strange Fruit”. Muchos clubes impidieron que Billie Holiday interpretara el himno de una lucha, cuya exitosa culminación es, sin duda, la presencia de un presidente negro en la Casa Blanca, setenta años después de que por primera vez ella interpretara esa canción.


Canción del siglo XX
*“Strange fruit” fue calificada como la canción del siglo por la revista “Time” en 1999.
Ha sido grabada por diversos artistas, principalmente de jazz y blues, como Nina Simone (1933-2003).
*En los últimos años la han cantado Diana Ross, George Michael, Cassandra Wilson y Tori Amos.
U2 le rinde homenaje a Billie Holiday con “Angel of Harlem” (El Ángel de Harlem), en su disco Ratlle and Hum.
*En octubre de 1939 el periodista Samuel Grafton de “The New York Post” escribió “Si la rabia de los explotados en el sur alguna vez se alza lo suficiente, ahora tienen su Marsellesa”.

El Comercio, 12 de abril de 2009

"Es solo una meta"

Jordan Romero tiene 13 años y vive en California, Estados Unidos. Hace pocas semanas ingresó a la historia del montañismo al conquistar la cima del Everest, el pico más alto del planeta. Este hombrecito es la persona más joven en lograr tal hazaña. Jordan escaló 8.850 metros desde la cara tibetana de la mole. Él se ha planteado escalar las montañas más altas de los siete continentes. “Es solo una meta” respondió ingenuamente cuando le preguntaron por qué quería tal cosa. Y el chico va camino a cumplir su meta, que no es otra cosa que un paso, un sueño puesto en marcha, un sueño al que se le dedica tiempo y esfuerzo, un sueño que luego puede medirse y palparse y que se convierte en objetivo.
Jordan ya trepó cinco de las más altas montañas incluido el Kilimanjaro, en África, y le falta el pico más alto de la Antártida. Quiere estar en el techo del mundo, una y otra vez. La siguiente misión que se ha impuesto es escalar las montañas más altas de todos los estados de su país. Jordan se hará más hombre y mejor persona cada vez que suba una nueva montaña. ¿Cuál es su objetivo final? Hacer un collar con las pequeñas piedras que él mismo recoja en aquellas cumbres que se enredan con las nubes. Y ese collar, piedra a piedra, será un símbolo de disciplina, de esfuerzo, de cada paso que dio para hacerse más hombre y mejor persona. Y, sin duda, el mejor legado que pueda dejarle algún día a sus descendientes y el mejor ejemplo para sus contemporáneos. Ese collar será su éxito como ser humano.
En estos tiempos, cuando lo sombrío y el pesimismo se cuelan por todas las rendijas, Jordan Romero es una luz. El gran porcentaje de jóvenes sin rumbo, que tanto preocupan a sus padres, justamente no tiene metas. Sin metas vamos perdidos pues es imposible conocerse a sí mismo, saber lo que se quiere y ser capaces de reconocer el propio potencial. Es no tener un proyecto de vida o, lo que es lo mismo, desaprovechar los días que se nos han dado para ser felices, construir, dar el ejemplo y ayudar a mejorar el mundo en que vivimos. Sin metas no se alcanzan los objetivos, es como embarcarse sin saber a dónde iremos, es remar en círculos sin tratar de volver a la playa, llegar a un puerto o alcanzar una isla lejana. Es agotarse por agotarse y simplemente sobrevivir hasta que las fuerzas se acaben. Vivir es saber dónde queremos llegar. Lo mismo que gobernar. Muy fácil es reconocer al político sin rumbo, cuyo discurso está divorciado de su accionar porque no se ha trazado metas ni objetivos (allí están los “comepollos”, los “robaluz” y tantos otros que avergüenzan la política nacional). Nuestras autoridades están para trazar caminos en bien de todos y todas, para trabajar y obtener lo que el país requiere, eliminando los obstáculos. Hay líderes como Jordan que escalan montañas e inspiran a los pueblos a sacar lo mejor de sí, a crecer, pero hay otros como los hermanitos Castro o el insoportable Chávez, por ejemplo, que reman en círculo arrastrando a sus países hacia la nada.
El Comercio, 26 de junio de 2010

sábado, junio 12, 2010

Dolor de mar


Ayer se ha recordado el centenario del nacimiento del oceanógrafo, explorador, inventor, oficial naval y documentalista francés Jacques Cousteau (1910-1997). Este hombre se sumergió en todos los mares, recorrió la mayoría de ríos, llegó hasta un nevado arequipeño para enseñarle al mundo dónde nacía el Amazonas y alguna vez dijo: “La felicidad de la abeja y la del delfín es existir. La del ser humano es descubrir esto y maravillarse por ello”. Cousteau dedicó su vida a recordarnos que “el mar, el gran unificador, es la única esperanza del hombre. Ahora, más que nunca, aquella vieja frase tiene un sentido literal: estamos todos en el mismo barco”.
¿Qué diría el comandante frente a lo ocurrido en el Golfo de México, la mayor tragedia ecológica jamás registrada? Desde hace casi dos meses más de cuarenta mil barriles de petróleo diarios —recién ahora se sabe la cifra exacta— fluyen desde el fondo marino por la desidia de la British Petroleum y el relajo ambiental del gobierno de Barack Obama. Ese petróleo mata todo a su paso y genera pérdidas multimillonarias a los pescadores artesanales y a la industria turística de al menos tres estados. Las autoridades estadounidenses han solicitado, por segunda vez en menos de un mes, ayuda urgente a la Unión Europea (UE) ante el evidente fracaso de sus esfuerzos por contener el imparable chorro de crudo. Y todo esto a días de haberse “celebrado” el Día Mundial de los Océanos, bajo el lema “Nuestros océanos: oportunidades y desafíos”, lo que francamente a estas alturas suena a broma de mal gusto.
En la coyuntura de preocupación mundial por la gravedad de lo ocurrido en el Golfo de México el Gobierno Peruano ha aprobado la exploración petrolera frente a las playas limeñas (desde Huacho a Cañete). “Muchas personas atacan al mar, yo le hago el amor”, decía poéticamente Cousteau y nuestro queridísimo gobierno, sin dosis alguna de poesía y más bien con alevosía, viola abiertamente nuestro mar, amenaza nuestra tranquilidad playera y prepara un escenario en el que puede desembocarse un desastre mayor que el generado por la British Petroleum en aguas estadounidenses.
¿Ante esa tragedia ecológica, la más grande de la historia, no era lógica una moratoria para tales actividades, habida cuenta de que nuestra costa central es un área altamente sísmica? Pero como bien decía el explorador francés: “La gente protege aquello que ama”, y estos son, lamentablemente, tiempos de desamores y dolores.
Pero la naturaleza se comunica constantemente y solo hay que tener el corazón abierto para entenderla. Ayer, como poderoso símbolo de la agonía de los océanos, una ballena jorobada (yubarta) de 25 toneladas y algo más de diez metros, yacía muerta en la orilla de la playa de Jones Beach, Nueva York, muy lejos de la zona del desastre petrolero. Quienes la vieron no deben haber podido pasar por alto su poderoso mensaje.

La Amazonía o la ilusión del conocimiento


Para las postales somos la sierra con sus picos nevados, sus praderas de ichu pacidas por vicuñas y sus pueblitos de callejuelas empedradas, coloridas por los ponchos de sus pobladores arreando llamas. Según los censos, somos costa, pues la mayor parte de la población —cerca del 60%— se concentra cerca del mar. En términos de espacio nuestro país —Perú se llama, por si lo han olvidado quienes actúan como los hijos mejores de otras tierras— es esencialmente amazónico. Más del 70% de nuestro territorio es Amazonía, así con tilde en la “i” para evocar “lejanía” y no porque la palabra —no castellana— lo requiera. El año pasado los sangrientos sucesos en la Curva del Diablo desembocaron en el “baguazo” y visibilizaron a nuestra selva y a sus problemas de modo irreversible.
“Tres cosas hay extremadamente duras: el acero, un diamante y el conocimiento de uno mismo”, escribió Benjamín Franklin (1706-1790), estadista, científico, periodista y uno de los padres de la independencia y democracia estadounidenses. Desconocer nuestra realidad geográfica demuestra la verdad de su dicho y las recientes declaraciones del congresista Guido Lombardi, también. El señor Lombardi, presidente de la comisión que investiga la tragedia del “baguazo”, lamentó que el gobierno “ha hecho muy poco” para evitar que se repitan ese tipo de sucesos. ¿Perdón? ¿El gobierno? ¿No habla un congresista y como tal parte de la estructura de gobierno por más oposición que sea o se crea? Duro resulta conocerse.
La cita de Franklin abre el libro “El gorila invisible”, de Christopher Chabris y Daniel Simons, investigadores de temas de psicología. Chabris y Simons sostienen que creemos vernos y ver al mundo como es. La publicación es, en parte, un catálogo de los grandes fracasos derivados de lo que ellos llaman “ilusión”: la ilusión de la atención, de la memoria, del conocimiento, de la confianza, de la causa y del potencial. Esto, dicen, resulta en “una creencia distorsionada albergada en nuestra mente no solo equivocada sino equivocada de modo peligroso”.
Esas creencias distorsionadas fueron la semilla de la tragedia de Bagua. Quienes forman parte del gobierno no tienen idea de quiénes son ellos mismos y menos quiénes somos nosotros. Así y todo pretenden imponernos leyes nacidas de su “ilusión del conocimiento” (es decir de su ignorancia) cuando no de la cuchipanda bajo la curul (“ilusión de la confianza”, creyendo que nadie los descubrirá). Para no mencionar la frivolidad, como la Resolución Suprema 015-2010, epifanía del doctor Alan García instaurando el Día del Ron Peruano y que este año coincidía con el aniversario de los sucesos de Bagua (los productores de la bebida, respetando el luto de las familias de las víctimas y el sentir del país, han corrido la celebración).
A un año de la fatídica jornada, 70% de la Amazonía está concesionada para su futura y posible explotación petrolera y gasífera, pero de resolver la problemática indígena nada. Un experimento de Chabris y Simons demostró la incapacidad del ser humano para ver lo obvio aunque esté frente a sus ojos. ¿A todo esto, cuando oímos la palabra Amazonía pensamos en árboles o en gente?

El Comercio, 05 de junio de 2010